domingo, 27 de marzo de 2011

Organizaciones de la Sociedad Civil, por Jorge Micko


Algunas conjeturas y reflexiones en torno de las realidades del presente                      

El propósito del presente trabajo consiste en tratar de evaluar, con razonable escepticismo si será factible rescatar la supervivencia estructural de las organizaciones humanas, y en especial, las denominadas de la “sociedad civil” a luz del dramático cambio de valores que la sociedad humana viene experimentando, y advertido recién ahora en su real magnitud, ante la catastrófica crisis financiera que azota a la humanidad en su conjunto. 

Escenario
Transcurrido ya cerca de un año desde la exteriorización manifiesta de una crisis económica global, crisis con efectos aun impredecibles, el mundo actual ha quedado prisionero de la desconfianza. Recientemente el primer ministro ingles Gordon Brown, espeto  a un selecto auditorio, “no tenemos hoja de ruta”.
Como en toda crisis, los datos objetivos, coexisten en tensión con la conciencia subjetiva de los individuos.
El vértigo de los grandes números con que se expresan los default corporativos e inclusive ya, de algunos estados soberanos, hace casi imposible, establecer perspectivas, aun de corto plazo.
Los sentimientos individuales han sido invadidos por  el factor corrosivo del miedo, las cosas se salen de quicio y operan con su propia lógica destructiva. Caducan las certezas y se oscurece el horizonte del porvenir. El mundo esta en busca de un nuevo rumbo, lo cual supone nuevas instituciones económico-financieras  que tengan en cuenta la responsabilidad del Estado y la responsabilidad de los diversos agentes económicos. (1)
Instalado desde hace algunas décadas, el concepto de “civilización global, todavía es un pálido criterio parcializado, un sueño sectario de una minoría muy privilegiada, un pequeño subgrupo de los habitantes de este planeta. Una abrumadora mayoría no lo vive, no lo comprende a aun menos se beneficia de la “globalización”, aunque de hecho esta sufriendo sus consecuencias.


El “huevo de la serpiente”
Aunque muchos pensadores de la empírica ciencia económica, manifiestan al presente, sus pretéritas alertas, acerca del desmejoramiento acelerado de las condiciones del mercado, vaticinando con cierta anticipación, apocalípticos presagios, lo cierto es que en rigor de verdad, una rama de la ciencia, tan afín a la economía, como lo es la sociología, es la que se atribuye el  alerta temprana de la actual situación.
Diversos pensadores de aquella disciplina científica, han venido destacando desde hace ya algunas décadas, que todos los órdenes de la sociedad posmoderna están atravesados por signos híbridos, heterogéneos e indefinidos: la política, el arte, la moral, el sexo, la historia. Esa sociedad, al decir de algunos de ellos, se ha “adolescentizado”, y todos los síntomas típicos de la adolescencia —la edad ambigua por excelencia— están presentes en la cultura posmoderna: hedonismo, identidades híbridas, ambigüedad sexual. El viejo modelo de identidad genérica fija e inmutable del hombre moderno se desvaneció, y la era contemporánea avanza hacia un mundo dentro del cual la diferencia y la diversidad se toleran y se celebran.
Por todas partes, la era actual ofrece unos signos híbridos e indefinidos, unos síntomas aleatorios y unas identidades heterogéneas. Ya no parece posible oponer —como en la modernidad— las formas clásicas: el bien al mal, lo masculino a lo femenino, lo verdadero a lo falso, el capitalismo al comunismo. Las viejas dualidades se han desvanecido. Parece existir una yuxtaposición de todos los géneros, de todas las disciplinas, que antes tenían una definición y, por ende, un fin, una determinación. Los sistemas se retroalimentan, se contaminan, intercambian sus caracteres antaño distintivos.     
La fragilidad de los vínculos humanos.
En un magnifico ensayo, denominado “Modernidad Líquida” Zygmunt Bauman, contemporáneo sociólogo francés explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado. El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las etapas tempranas de «la acumulación» pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca las relaciones humanas y las torna precarias, transitorias y volátiles. La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: «los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados».Bauman no ofrece teorías o sistemas definitivos, se limita a describir las contradicciones de este tiempo, las tensiones no sólo sociales sino también existenciales que se generan cuando los humanos se relacionan entre si, pero curiosamente adscribe el concepto de “liquidez” con un carácter semántico, muy propio del mundo financiero.

     
La caracterización de la modernidad como un «tiempo líquido» la expresión, da cuenta del tránsito de una modernidad «sólida» estable, repetitiva a una «líquida» —flexible, voluble— en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos y en el que, sin darnos cuenta, hemos ido sufriendo transformaciones y pérdidas como el de «la duración del mundo», vivimos bajo el imperio de la caducidad y la seducción en el que el verdadero «Estado» es el dinero. Donde se renuncia a la memoria como condición de un tiempo post histórico. La modernidad líquida esta dominada por una inestabilidad asociada a la desaparición de los referentes a los que anclan  nuestras certezas.
 
      La incertidumbre en que vivimos, prosigue Bauman, se corresponde a transformaciones como el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo y la renuncia a la planificación de largo plazo: el olvido y el desarraigo afectivo se presentan como condición del éxito. Esta nueva (in)sensibilidad exige a los individuos flexibilidad, fragmentación y compartimentación de intereses y afectos, se debe estar siempre bien dispuesto a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades. Bauman se refiere al miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender solamente de los beneficios que generan. Se empeña en mostrar cómo la esfera comercial lo impregna todo,  que las relaciones se miden en términos de costo y beneficio  —de «liquidez» en el estricto  sentido financiero. «Miedo» es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla .
      Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios… un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro… gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo…
Los valores éticos y la economía global
     
El acuciante vértigo de la crisis económica internacional es hoy como un superhuracan que voltea todo a su paso, desarraiga gente y naturaleza por igual, y hace desaparecer todo, desde grandes empresas hasta organizaciones de caridad. Esto último es explicable: la generosidad se reduce al mismo paso que el ingreso.
Pero quizás haya más de una lección para aprovechar en esto de la caridad. En Estados Unidos, al menos, las nominaciones evangélicas han estado informando que tanto la asistencia a sus servicios religiosos, como las donaciones han crecido en estos tiempos de desolación económica.
No hay una explicación cabal para esto, sobre todo porque otras instituciones dedicadas al bien común se han deslizado a la quiebra y cerrado sus puertas. Pero conviene tener presente un estudio de la Universidad Estatal de Texas, que concluido en 2007,  mostró que en cada crisis económica entre 1968 y 2004, los evangélicos se han robustecido ignorando en lo posible el lenguaje economicista y redoblando el discurso sobre valores religiosos.
La recomposición de los valores éticos de los agentes económicos es una de las demandas a grito que ya ha planteado la crisis.

Consumismo posmoderno
El consumo con características posmodernas predominan en las sociedades más desarrolladas, pero contagia a todas las economías del planeta. La excesiva liquidez mundial de la década, el crédito fácil, y la explosión de derivados financieros, con un consumo exacerbado irresponsablemente.
El consumo agregado, tal como demostró J...M. Keynes, es el motor del crecimiento económico. El consumo posmoderno, sin embargo, tiene características poco exploradas y muy distorsivas.
La sociedad moderna es una sociedad de consumo instrumental. Tiene la naturaleza de los consumos adictivos. Las necesidades de consumo fueron evolucionando de una escasez real (alimentación, vestido y vivienda) a una escasez fabricada por el marketing o por los medios (tal marca, tal barrio, tal destino).
Desde la racionalidad moderna, uno puede reaccionar con indignación a esta variante de consumo existencial (vivimos en un mundo con 1000 millones de seres humanos en pobreza extrema que no pueden satisfacer sus necesidades básicas de consumo.
Es posible que la raíz de la actual crisis, se haya originado en la “bulimia” consumista que predomina en la sociedad norteamericana, y a la que el resto del mundo fue funcional.

Otro filósofo contemporáneo de origen francés, Gilles Lipovestky, bajo la denominación de “la era del vacío” intenta anudar cabos sueltos de la hipermodernidad, tema recurrente de cierta filosofía del presente en los suplementos culturales y en especial blogs en los cuales se entablan discusiones complicadísimas sobre el tema. En una flamante edición de su libro mas reciente, “La felicidad paradójica”, que consiste en un ensayo sobre la sociedad del hiperconsumo, que implica un formidable contragolpe a sus anteriores exaltaciones de la posmodernidad. En tal trabajo plantea la existencia de los que denomina los “turboconsumidores” que, según explica, están regidos por el vacío y se debaten entre la euforia y la depresión.
En todas las sociedades desarrolladas, la soledad se ha convertido en un fenómeno social de creciente importancia. En colaboración la psicóloga Marie France Hirigoyen agrega que una gran cantidad de personas del mundo occidental experimentan un doloroso sentimiento de aislamiento, y que esta realidad es fruto de una profunda mutación en las relaciones entre hombres y mujeres que aun no ha llegado a su fin. En último término reconoce que se trata de una sociedad dominada por el narcisismo y el culto a los resultados. 
Finalmente,  la comentarista agrega la conjetural expresión “¿No será que la felicidad del consumo, conduce al consumo de la felicidad?


El concepto de posmodernidad se ha manifestado como un conjunto de fenómenos e ideas que emergen desde la mitad del siglo XX, teniendo –hasta ahora- como máxima expresión y configurando el mundo de forma determinante a principios del siglo XXI.
Este tiempo contemporáneo rotulado como “tiempos líquidos”, la “era del vacio” o “sociedad del hiperconsumo” lógicamente se presenta con sus rasgos característicos, en contraposición con la Modernidad, la Postmodernidad es la época del desencanto. Se ha renunciado a las utopías y a la idea del progreso. La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente, se ha mezclado con la compulsión al consumo. Los medios de masas se han convertido en transmisoras de la verdad, lo que se expresa en el hecho de que lo que no aparece por un medio de comunicación masiva, simplemente no existe para la sociedad. Se ha perdido la intimidad y al vida de los demás se ha convertido en un show.
A ello se agregan algunas características socio-psicológicas, como que los individuos solo quieren vivir el presente, futuro y pasado pierden importancia. Hay una búsqueda de lo inmediato. Se rinde culto al cuerpo y la liberación personal. Perdida de fe en el poder publico. Despreocupación ante la injusticia. Perdidas de fe en la razón y la ciencia, rindiendo culto solo a la tecnología. Desaparición de idealismos.
El labil umbral entre consumo y consumismo detenta un componente altamente subjetivo.

¿Una nueva ciudad?
La ciudad contemporánea se constituye el escenario de nuevos procesos económicos y culturales   a partir de la presencia de una diversidad de nuevo espacios públicos, expresión de una multiplicidad de estilos de vida. Shopings, megaexposiciones, megaeventos, multicines, proliferación de espacios de comidas fast food, bares culturales, nuevas urbanizaciones cercadas como los barrios cerrados. Todo ello configuran nuevas manifestaciones  de consumo. Pero en forma concomitante se pone en escena la ciudad de la desigualdad social, en donde un amplio cordón de pobreza y miseria que la rodea, no participa en mínima proporción de tales pautas de consumo.

Estilo de vida sobrio
El Papa Benedicto XVI, en su homilía que pronuncio en la celebración de la Epifanía de enero de 2008,  ya había lanzado el mas duro ataque contra la globalización, manifestando que es una fuente de “conflicto de egoísmos” de un mundo donde hay lujos para unos pocos y pobreza para muchos, exhortando a un “estilo de vida sobrio” que garantice la distribución equitativa de los recursos. Agrego que “los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos, hídricos y de las materias primas, hacen difícil el trabajo de los que en todos los niveles se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario. Hay necesidad de una esperanza mas grande, que permita preferir el bien común de todos, al lujo de unos pocos y a la miseria de muchos.”  Y en otro pasaje manifestó, que “es evidente que solo adoptando un modo de vida sobrio, acompañado del serio compromiso para una distribución justa de la riqueza, será posible instaurar un orden de desarrollo justo y sostenible.”


¡Globalización! ¿ estas allí…….? 
Sin considerar como una afirmación rotunda y literal, y si, con un sesgo irónico, Néstor García Canclini, antropólogo argentino contemporáneo, reflexiona en su ultimo libro, que “la globalización esta terminando”. En realidad refiere a algún dejo de desencanto por ciertas promesas que venían implícitas con la globalización, como la interdependencia de todos con todos, que no se ha cumplido ni parece que vayan a ocurrir. Ha caído la utopía que la globalización venia a sustituir a la modernidad, acabando con las diferencias y desigualdades entre las naciones y los grupos sociales, que la proliferación de recursos tecnológicos haría que todos conocieran lo que hace todo el mundo. Pero el proceso de la globalización llego para instalarse y no se puede ya regresar de el. Como se ha demostrado por lo menos hasta el presente, algunos de sus procesos contienen nuevas formas de segregación y de desigualdad entre quienes poseen y quienes no poseen, quienes acceden y quienes no. Se ha caído la noción de paradigma. Coexisten distintos modelos de desarrollo social, económico y político.


Default humanístico
Ha dicho el Dr. Yaria -…...la calle como portadora de usos y costumbres, y los medios de comunicación, que es el universo multiforme de imágenes y palabras a través de lideres musicales o conductores juveniles muy queridos que “bajan línea” acerca de lo que “tiene onda” mas allá de cualquier consideración de la salud….-
Los medios a su vez  responden a la cultura publicitaria en donde el joven es un objeto de mercado apetecible para la venta tanto de música, pantalones, etc.………..
Pero tanto los  “pares”, los medios y la calle son un verdadero producto cultural que prestigia ciertos usos y desprestigia otros. Las drogas y el alcohol son usos prestigiados por los medios y dan pertenencia e identidad que al fin de cuenta es lo buscado por el joven para huir del vacío y la angustia que circunvalan toda crisis de desarrollo.


Individuo y sociedad, un poco de fundamentos.
La sociedad en su conjunto ha destacado su capacidad para la búsqueda persistente e intencional del hombre, de las metas sociales y personales, que su cultura y época han definido como adecuadas.
En este sentido, la mayor parte de los actos humanos se tienen por “racionales”, y sociológicamente considerados, si no lo fueran, los hombres difícilmente podrían sobrevivir en medio de la  naturaleza.
Por lo tanto al individuo, lo ha impelido un deseo y una necesidad de afiliación  y compañerismo, de dependencia de otros en busca de cooperación y ayuda. Y además, ha experimentado un interés en ampliar los recursos limitados en lo personal, y su fuerza  por medio de la acción de grupo.
El hombre valúa a los demás  y trata de relacionarse con ellos y se lo ve comprometido a la adaptación mutua y ajuste, para alcanzar  no solo sus metas individuales y privadas, sino también las comunales y publicas que ha internalizado y hecho suyas.
Todos los objetos, ideas, conocimientos, manera de hacer las cosas, costumbres, valores y actitudes que cada generación de una sociedad pasa a la siguiente, es lo que llaman a menudo los antropólogos, la cultura de un grupo.
Las organizaciones constituyen unidades sociales (o agrupaciones humanas)  deliberadamente construidas o reconstruidas para alcanzar fines específicos; su misma razón de ser es el servicio de estos fines.
Pero una vez formadas, las organizaciones adquieren  sus propias necesidades.
El fin de una organización es el estado de cosas deseado que la organización pretende realizar.
El “fin” como tal, nunca existe, es un estado al cual se aspira, no que se tenga. Tal estado de cosas futuro, aunque sea una imagen, tiene una verdadera fuerza sociológica que influye en acciones y reacciones simultáneas de sus participantes.
Los fines son, pues, siempre intencionales. La diferencia se da entre las intenciones establecidas y las reales.
Existe una grave distorsión, cuando una organización desplaza su fin, es decir sustituye su finalidad legítima, por otra que no fue creada.
La forma mas benigna y mas común de desplazamiento es el proceso por el cual una organización invierte las prioridades, de tal manera que hace de los medios, fines, y de los fines, medios.
Renunciar  a parte de la libertad personal y obedecer a otro,  nunca les ha parecido tan mal a los humanos, a pesar de los obvios inconvenientes. La principal de las ventajas ha sido aunar esfuerzos y así lograr objetivos que cada cual por si mismo nunca conseguiría.
Como señalara un pensador - Federico Nietzsche, ya en el siglo XIX, las “sociedades” consisten en una serie de “promesas”, explicitas o implícitas, que los miembros se hacen unos a otros. Tiene que haber alguien con autoridad suficiente para garantizar que esas promesas van a cumplirse y para obligar a que se cumplan.
Por su parte Thomas Hobbes, en el siglo XVII, con su consabida visión pesimista acerca de los humanos, solo avizoraba la vida de los individuos enfrentados unos a otros, siempre temiendo el golpe fatal, en una existencia oscura, fatal y corta. Por ello el individuo ha preferido renunciar a su impulso violento contra los demás y someterse todos a un único monopolizador de la violencia, el gobernante, “ mas vale temer a uno que a todos, dice Hobbes, sobre todo si ese uno se rige por normas claras y no por caprichos”. 
Mas sobre consumismo, y algunas otras conjeturas.
A través de una entrevista relativamente reciente, Zygmunt Bauman, ha observado algunas particularidades sobre el consumismo, que ha opinado que en realidad:                                                                                                                                                …..el consumismo es un fenómeno suprarreligioso y supraetnico. Hay países, como Myanmar o Corea del Norte, donde no llego, donde los pobres no han podido unirse a las filas de felices consumidores. Si hay gente que no ha entrado en el patrón consumista no es porque no quiera, porque este buscando algún tipo de vida mejor, sino porque no puede, no tiene los recursos necesarios. Un anciano de una aldea de África, que se gane la lotería, seguramente se comportara exactamente igual que cualquiera en la sociedad de consumo. ¿Que opina de lo que hacen celebridades como Angelina Jolie, Bono y tantos otros respecto a la ayuda al Tercer Mundo?
“Me gusta mucho lo que están logrando en el sentido de llevar fondos a lugares pobres. No me gusta, sin embargo, el efecto que están teniendo en la sociedad, en el sentido de que permiten que la gente, si compro la entrada para un concierto benéfico, sienta que ya puede dormir tranquilo, que con abrir la billetera y sacar veinte libras, se garantiza la conciencia en paz hasta el próximo año. Así, nadie va a presionar a los gobiernos para que reduzcan el dinero que gastan en armamentos y los dediquen a erradicar la pobreza.  Es necesario darse cuenta que el bien común y el interés personal, en esencia son lo mismo.”
Prosigue Bauman, “tampoco digo que en una sociedad consumista no se pueda ser una persona humilde y modesta por convicción, y lleva cinco años seguidos el mismo modelo de celular y que no cambia de ropa cada temporada. Pero si lo que estoy diciendo es que las condiciones en la sociedad de hoy son tales que privilegian ciertas decisiones, con lo cual es más fácil moverse con la masa que actuar por la propia. Y si uno va a una entrevista de trabajo con ropa de hace veinte años, sabe que es mas difícil que le den el puesto que a alguien que este mas acorde con los tiempos presentes. Hay un precio que pagar por ser diferente, es una vida más difícil. Hoy los chicos aprenden desde la cuna a desarrollar una vida hacia el consumo, y en esas condiciones será muy difícil que se rebelen en el futuro.” También agrega  “No estoy en contra del consumo. Todos los seres vivos deben consumir, es una necesidad del metabolismo. Nuestros antepasados han consumido para vivir, no hay nada nuevo en eso. Lo preocupante es el consumismo o el síndrome del consumismo: cuando la relación que el individuo tiene con los objetos de consumo se traslada a otras áreas de la vida que deberían estar sujetas a reglas y actitudes distintas. Y que esto ocurra en escala masiva, eso si es un fenómeno nuevo.”
Las actitudes culturales
“La cultura, los valores y la participación van modelando una “identidad cívica” dispuesta a aportar a la comunidad, representando un papel significativo, la actitud hacia la equidad. América Latina parece estar urgida de debates de calidad de cómo activar valores culturales que estimulen la participación ciudadana, el voluntariado, la responsabilidad social del empresariado, y el fortalecimiento general de la solidaridad.
Muchas sociedades desarrolladas tienen un amplísimo tercer sector de organizaciones de la sociedad civil dedicadas a causas de interés colectivo, principalmente sociales, en las que actuad ejércitos de voluntarios. Pero los voluntarios no vienen de la nada. Provienen del fomento de valores acordes en la familia y en la escuela, y del estimulo y reconocimiento que ellos tienen de la cultura. Sin una población bien preparada y saludable, cultura, confianza mutua y valores éticos, los aparentes logros económicos pueden ser solo efímeros.”

Conclusiones:

Imaginar el futuro
El contexto de incertidumbre, cambio y oportunidades convergentes que el mundo contemporáneo presenta, obliga a quienes quieran sobrevivir a tratar – si pueden  y quieren o no – de generar una visión. A pensar, a forzar el límite, a ubicarse en el mismo, y a imaginar ese futuro.
La tendencia de producir y consumir también es atribuida en buena medida al contexto digital en el que inexorablemente nos vemos sumergidos, en el cual el desarrollo de la tecnología, para bien o para mal, ha permitido tener mayor acceso a cualquier tipo de información, sin que las barreras geográficas sean un impedimento.
Ante tales evidencias y las nuevas realidades, de megacrisis económica, de dramático cambio de valores y de nuevas actitudes individuales, es necesario meditar si los conceptos de asociatividad, caridad, filantropía, mutualismo, solidaridad, cooperativismo, altruismo, pertenencia, bien común, y responsabilidad social corporativa, se habrían mantenido inalterables o por el contrario, imperceptiblemente ya han sido definitivamente incididos por las nuevas corrientes del pensamiento contemporáneo “postmoderno” y el individuo que experimenta la necesidad de intentar su superación personal con miras a contribuir al cambio de su entorno cultural, utiliza todavía las formas asociativas conocidas, propias del sector social, o bien ellas deberían ser ya, siendo adecuadas y  modificadas en lo profundo de sus estructuras, especialmente en lo que atañe a mantener condiciones posibles de sustentabilidad económica, a la luz de los nuevos horizontes aun no fácilmente visibles.
Es sabido que un cocktail formado por el incesante desarrollo tecnológico, (Internet, redes sociales, tele conferencias y metamedios interactivos) ha hecho mermar notablemente el contacto cara a cara. El individualismo que ha tornado ya, precarias, transitorias y volátiles a las relaciones humanas, ha llegado a evidenciar un creciente grado de hostilidad en la población general,  trasladándola a las distintas organizaciones que integran los individuos. Han creado ámbitos de inusitada conflictividad de las autoridades entre si y el resto de sus componentes.
Se advierte una cierta desestimación del afectio societatis, eslabón liminar e  indispensable para la creación y supervivencia de cualquier sociedad humana tendiente a la consecución de un determinado fin.
El trastrocamiento de medios por fines, y la desvirtuación de los objetivos primigenios que habrían sido en su momento la razón de ser de cualquier organización, resulta ya moneda corriente.
Evidentemente no son ajenas al statu quo, la arrolladora incursión de las conductas posmodernas en donde los individuos solo quieren vivir el presente; futuro y pasado han perdido para ellos absoluta importancia. Y en búsqueda de lo inmediato, rinde culto al cuerpo y la liberación personal, con pérdida de fe en el poder público, la razón y la ciencia, y al mismo tiempo rindiendo culto, solo a la tecnología. Paradojalmente parecen haber desaparecido las ideologías, e inclusive se exterioriza una insólita despreocupación ante la injusticia.
La ciencia empírica, en general, ha expuesto principios básicos sistémicos, que suponen que todo, absolutamente todo (desde una célula a una galaxia) funciona como un sistema y su entorno. La sociedad humana, no escapa a tal consideración. En su principal postulado, manifiesta que ante una modificación significativa del entorno, el sistema deberá adaptarse o sucumbir.
En tal orden de pensamiento, corresponde inferir y tal vez interrogarnos ¿la expansión exacerbada del individualismo, concederá aun margen suficiente para que los individuos en pos de satisfacer su comunes necesidades, básicas o no, recurriendo al cooperativismo o al mutualismo, como formas de satisfacción de aquellas necesidades individuales?
Ante la internalizacion del hiperconsumismo, ¿será posible que deje un sesgo útil para destinar a las acciones filantrópicas, el altruismo y la caridad?
Y por ultimo, la gran crisis, ¿permitirá en un nivel de subsistencia de las corporaciones, proseguir con los proyectos de largo alcance de responsabilidad social empresaria?
Por cierto, este escenario vertiginoso puede resultar intimidante. Y sin duda lo es. No puede no serlo una época signada por la incredulidad y un escepticismo insensible.
Incursionar en este extremadamente complejo mundo, implicara un alto grado de adaptación para interactuar en el nuevo medio, tanto para el participante, como para el profesional que deba asesorar en los diversos aspectos que tales organizaciones requerirán para su creación, funcionamiento ordenado y eventualmente su disolución y liquidación.
La evolución y dinámica del universo asociativo, de por si amplio y heterogéneo, ha inducido a muchos pensadores  de todos los tiempos, a creer que es posible una predicción segura en cuestiones sociales y políticas. Karl Popper se ha encargado de destruir esa creencia, sosteniendo que “los seres humanos  dependen de sus gustos y preferencias y que son por lo tanto demasiado volubles para permitir generalizaciones estables.”
Tal vez, un último hito de esperanza  cabria conceder aun, al rescate de la asociatividad como condición necesaria para el cumplimiento de las nuevas metas que se proponga el individuo de estos tiempos, con un resabio poético, “….no los une el amor, sino el espanto…” Borges dixit
Finalmente para concluir, cabe reconocer que todo el precedente enfoque constituye solo matices de una realidad global y compleja en la cual las organizaciones sociales se hallan sujetas a la misma suerte de su contexto.


Buenos Aires, marzo de 2009.

(*) Contador Publico – Presidente de la Comisión Académica de Actuación Profesional en Entidades sin Fines de Lucro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires




Bibliografía general
Ø  Natalio R. Botana -La Nación - noviembre 2008
Ø   “Adiós al consumo posmoderno” – Dr. CE Daniel Montamat – La Nación – octubre 2008
Ø   Oscar Raúl Cardoso - Comentario publicado en Clarín.com – diciembre2008
Ø   Amitai Etzioni “Modern organizations” Uteha 1965
Ø   Alex Níkeles - What is sociolgy? - Uthea  1965
Ø   Gabriel Cocimano – “Ambigüedades - El transgénero en la posmodernidad”
Ø   Adolfo Vásquez Rocca “Modernidad líquida y fragilidad humana; de Zygmunt Bauman a Sloterdijk”.
Ø   Silvia Hopenhayn – “Lipovetsky y la felicidad” para La Nación – sec. Opinión- diciembre 2007
Ø   “Algunas características de la posmodernidad” – Wikipedia
Ø   Ana Wortman – Ética y consumo en la sociedad contemporánea – Algunas aproximaciones vinculadas a cambios urbanos  observables en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires - 2008   
Ø   Julio Algañaraz – “El Papa ataca la globalización….” para Clarín.com – enero 2008
Ø   Raquel San Martín “Ha caído la noción de paradigma” - ADN Cultura –suplemento de La Nación – julio 2008
Ø   El impacto del consumismo en las relaciones afectivas – Reportaje de Juana Libedinsky - para ADN Cultura – La Nación Enero de 2008
Ø  “Valores y desarrollo” – por Bernardo Kliksberg – para La Nación – mayo de 1999
Ø  “El futuro no existe, ni es hermético” Estrategia de marketing (pag.194)  Revista Mercado – Agosto 2008
Ø  Dr. Juan Alberto Yaria – Director del Inst. De Prevención de la Univ. Del Salvador
Ø  La Prensa – pag. 6 – sección política – lunes 08/09/08







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